Por el hilo de tu alma trepa a las estrellas. Y allí, sentada en la cornisa del cielo, como un duende, regálanos tu sonrisa, como una rosa abierta.
Y cántanos una canción, que los ritmos de tu corazón forman una maravillosa melodía. Una canción que se haga nana, para dormir a tu niño, acunado en arrullos de amor.
Y que en tu risa suene siempre el aroma de su niñez, que sean sus pasos la continuación de los tuyos. Que él sepa lo que tu sabes, que defienda lo que tu temas, que aprenda lo que te enseñaron a ti.
Te idolatrará, te negará, te olvidará, y te volverá a amar, pero siempre llevará dentro tu parte de madre.
Le dejarás gestos tuyos, tu andar calmado, y quizás hasta alguna canción con la que te vea reir o llorar. Le dejarás una primavera, un verano, y una noche que se hará tarde muy temprano. Le dejarás momentos verdaderos, y seguro que los dos sabreis hacerlos únicos.
El llevará en su boca el sonido de tu risa, y tu conocerás el sabor de sus lágrimas y dibujarás tus ojos del color de su alma, para no irte de su memoria.
Vélale cada noche como una estrella, para darle luz a su lado más oscuro. Déjale cada mañana todos tus sentidos, para cada despertar, con tu corazón a su lado, para que te cuente sus sueños.
No es un camino fácil, pero quizá para cuando llegue, ya haya aprendido.
Cualquier final en esta historia sería divino, porque la historia comienza con cada final y termina cada vez que se despierta de un sueño. El ha sido para nosotros eses sueño hecho realidad, y tu ya formas parte de nuestro pequeño mundo
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